El concepto de «energías renovables» o «energías alternativas» vio la luz en los años 70, cuando los expertos y la opinión pública internacional llegaron a la conclusión que las energías tradicionales de procedencia fósil en algún momento llegarían a su fin, además de ser altamente contaminantes.

Pero, ¿qué son exactamente las energías renovables? Pues, como indica su nombre, energías provenientes de fuentes naturales inagotables las cuales pueden acumularse o aprovecharse sin que esto juegue en desmedro de la fuente original.

Para nadie es desconocido que el clima cambia constantemente. Existen épocas de abundancia hídrica y, por el contrario, épocas de sequía. Por lo demás, estos cambios dependen de la región del mundo. Asimismo, los recursos no renovables, como indica su nombre, son finitos, por lo que el algún momento se acabarán.

En este contexto, el consenso internacional determinó, en algún momento, que deben buscarse energías alternativas para paliar la escasez de recursos, hídrica, o de otras fuentes energéticas.

El modelo actual depende, en gran forma, del crecimiento económico. Dicho crecimiento demanda, a la vez, un crecimiento en la capacidad energética de las naciones, por lo que incorporar estas energías renovables al modelo actual y al entramado eléctrico de los países es de suma urgencia.

La generación de energía mediante estos procesos alternativos define, en gran manera, el bienestar y el progreso de una sociedad. Cuando una nación destina recursos económicos, mano de obra, y hasta discusiones filosóficas en este ámbito, esto indica que dicha nación ofrece un bienestar significativo a sus ciudadanos que va más allá de la satisfacción de la demanda.

Aplicar nuevas estrategias energéticas significa cuidar de mejor forma el medio ambiente, la disminución de los costes a largo plazo y la certeza de que se contará con energía por los años venideros.